Erase una vez un rey que tuvo cuatro hijas, una por año, el rey vio que sus hijas eran hermosas dulces y cariñosas, y además con la dote que cada una llevaría, pensó que cualquier desalmado las malearía, preocupado, mando encerrarlas en la torre del castillo, levanto el puente levadizo y llenó de vacio el foso,
a sus hijas les decía que ellas eran el centro del mundo y que más allá del horizonte donde el cielo paseaba por la tierra no había más. Ellas eran felices, nada conocían, hilaban, bailaban desnudas, y reían, nunca pensaron que pudiera haber nada trás aquellos atardeceres.
el tiempo pasó, y cuando la pequeña cumplió veinte y nueve, la siguiente treinta, la segunda treinta y uno, y la mayor treinta y dos, el rey pensó que ya estaban preparadas y maduras para salir al mundo.
Ellas no entendian nada del exterior, la mayor conoció a un drogadicto vago, y éste fué quien la desvirgó, la segunda se casó con un mujeriego que la enclaustró en la casa mientras él iba de flor en flor, la tercera trabajó y cada día conocía a un pelele de usar y tirar, la última y más pequeña, la más lista, como en todas las familias, hizo su casa por los simientos, estudió, trabajo y fue haciendo pasito a pasito su camino.
el rey desesperó, se dio cuenta de su equivocación;
y aprendió y supo..que el camino se hace andando, y solo se aprende de los errores, y cuanto más quieres reservar una cosa más se tuerce su destino.
*lou*